Ahí estás de pie, en medio del umbral de la puerta. Sonriéndome… mirándome fijo. Parado a mitad de camino, donde se mezclan la entrada y la salida con mis dudas y vigilias. Te encuentras ahí: Entre lo que debo dejar, cual fumador, y lo que quiero tener, cual cigarrillo. Entra. O sal. Muévete de una buena vez. Deja de bloquearme la maldita salida a mí. Tú, el que tienes un pie, y medio corazón afuera.